Amo el minimalismo, siento que siempre tenemos más de lo que realmente necesitamos, y muchas veces esos «más» suelen quitarnos tiempo en limpieza, mantenimiento, etc y nos dedicamos más a objetos que a disfrutar la vida. Sin embargo soy amante de la belleza, del confort y la armonía de los ambientes que ocupo y habito.
Particularmente mi habitación la considero un templo, porque creo que allí hago cosas importantes y me satisfacen, allí duermo, allí amo, allí leo un libro, sueño, hago yoga, medito, reflexiono y cuando necesito el cobijo de la privacidad y un espacio de paz allí está mi habitación.
Por eso un día desarme la cama de hierro forjado que me acompaño por años, sus mesas de noche, libreros, y regalé todo ese mobiliario, dejé el colchón en el piso mientras buscaba una base de madera para montarlo, pero sucedió que ame tener el colchón en el piso, solo, sencillo, con sus sabanas blancas y el sobrecama que tejió algún día mi bisabuela María Emperatriz y de mesa de noche un banco de madera azul con una lamparita, y a los lados de adorno (muy útiles por cierto) libros y al frente una alfombra con un cojín para meditar que mi perro Bruno hizo su cama… pinte una pared color aguamarina y lo demás blanco, pero algo me hacia falta, por eso un día encontré el brazo de un árbol, es un tronco sencillo y bello que me llamo la atención mientras hacia una caminata matutina, lo lleve a casa y le enrollé un poco de mecate, algunas estrellas de madera que tenia en casa, y lo colgué de cabecera de cama, recordándome que todo lo que sucede allí tiene que conectarme con las estrellas y los sueños… amo mi cabecera de cama, es muy fácil de hacer y se ve bellisima!